SOY el Catorce

Carlos Eduardo Anaya González

Por Carlos Eduardo Anaya González

´´VARONIL EN SU PRESENCIA; NOBLE PARA EL PERDON, PERO IMPLACABLE CON SUS ENEMIGOS; BRAVO COMBATIENDO, CERTERO DISPARANDO; GENEROSO CON MUJERES Y COMPASIVO CON LOS NECESITADOS. ASI ES ESTE HOMBRE´´.

Guadalupe Marchan Vintimilla

Si no me equivoco has escuchado hablar de la Guerra Cristera, o de la Cristiada como también se le conoce. Bueno, déjame recordarte un poco, este conflicto entre  el gobierno y la iglesia católica se desarrolló durante 1926-1929 siendo Presidente de la República Plutarco Elías Calles. ¿Por qué? El gobierno quería controlar a la iglesia en todos los aspectos, y los jerarcas católicos no lo permitieron, y prefirieron cerrar los templos. Y pues la gente se molestó, algunos fueron pacíficos y otros tomaron las armas para defender la fe; como yo. Déjame contarte un poco de mi historia.

Pero déjame presentarme, mi nombre es Victoriano Ramírez López mejor conocido como El Catorce. Nací un 23 de marzo de 1892 allá en los Altos de Jalisco, para ser exactos en Buena Vista, un ranchito del municipio más bonito de la región alteña: San Miguel el Alto. Mis papás fueron Carlos Ramírez y Bibiana López, tuve dos hermanos: Pedro, Vicente  y dos hermanas, Francisca y Paulina. Y éramos muy pobres.

Yo me crié en el campo, me encantaba correr, montar a caballo, saltar las cercas, subirme a los árboles y usar las armas. ¡Nadie me ganaba! Donde ponía el ojo, ponía la bala y nunca de los nunca fallé. Por este detalle creció mi fama tanto nacional e internacionalmente. Yo trabajé como mozo en la hacienda de Buena Vista de don Juan Lozano (hermano del gran tribuno José María Lozano, otro gran personaje de mi pueblo y de México). Y como todos los mexicanos alguna vez me fui al norte muy jovencito, pero me regresé.

Soy el Catorce

Fui muy famoso por mis hazañas, hasta que me convirtieron en mito y leyenda. Amigos y hasta mis enemigos me respetaban Pero soy más famoso por mi apodo: El Catorce. ¿El porqué de mi apodo? Hay muchas versiones: déjame contarte algunas, y pues tú que me estás leyendo te crees la que quieras, ¡ah¡ déjame decirte, que yo era cien por ciento analfabeta nunca supe leer y escribir. Y esto es un dato muy importante ya que durante mi participación en el conflicto cristero me  pusieron trampas, que yo me estaba vendiendo al gobierno enviándoles cartas, yo no escribía ni la O por lo redondo. De hecho el gobierno me ofreció diez mil pesos que era una muy buena fortuna, pasaporte pal norte y hasta un grado militar para que dejara la causa  cristera. Dejen a los padrecitos decir sus misas, a mí no me compran, les dije.

Pero vuelvo al origen de mi apodo: Dicen que Don Juan Lozano me puso el apodo que porque para todo decía ‘catorce’; si me mandaba a contar el ganado decía que eran catorce reses. Que nomás contaba hasta el catorce: uno, dos, tes, cuatlo, tinco, seis, siete, ocho… doce, tece, catloce. Que me comia catorce tortillas, que para todo usaba el número catorce. Ya de adulto tuve problemas con el gobierno de mi pueblo y más cuando fue presidente municipal mi tío Chema López.

Siempre me la pasé escondido entre cerros y peñascos para que no me agarraran. Cierta vez me mandaron aprehender, la policía me persiguió y pues les tuve que echar cocolazos, o sea balazos; y eran catorce policías y les gané, corrieron dejando sus armas, lo cual las agarré y las amarré con un mecate y se las envíe a la autoridad mandándoles decir que catorce eran muy poquitos, que para la otra mandaran más polis.  Otros dicen que maté a los catorce de un solo tiro.

Cuando me enteré que estaban cerrando los templos, estábamos reunidos con el padrecito de Santa María de la Paz otro ranchito de mi pueblo, donde me la pasaba mucho. Y ya escuchando todas las arengas pues dije: no nos queda de otra que echar cocolazos. Un grupo de amigos tanto de mi pueblo como de otros pueblos cercanos, nos organizamos para darle combate al gobierno. Éramos liderados por los mismos padrecitos como yo les decía. Bueno, empezamos a darnos a conocer, íbamos a los pueblos a combatir a los federales o pelones que llegaban a matar a sacerdotes, a cerrar los templos y a maltratar a los creyentes.

El combate más glorioso para nosotros los cristeros fue el que se llevó el 14 de marzo 1927 en San Julián Jalisco, nos llevamos la victoria a pesar de que teníamos muy poco parque, ¡les ganamos¡ Recuerdo que mi posición, desde donde combatí fue en la torre de la iglesia, y cuando el momento lo implicaba corría para todos  lados, ayudando donde se podía.

La Finca donde todo inició

Así pasé muchas victorias y también derrotas. Vinieron altos jefes mandados por el gobierno federal a tratar de calmarnos, llegó un momento en que algunos de  mis compañeros tuvieron que esconderse, unos huyendo hasta del país; después regresaron pero implacables.  Los federales a mí me tenían mucho miedo, y varias personas porque yo no le tenía miedo a nadie, fui bueno en el combate; compasivo cuando ameritaba las circunstancias. Cuando escuchaban mi apodo EL CATORCE temblaban. Yo no asesinaba a sangre fría, yo no era un asesino; como algunos dicen. Desobedecí órdenes porque huérfanos y viudas me lo imploraban bañados en llanto, mi mano se mojaba con sus lágrimas. Los licenciados sabrán de leyes pero no de piedad.

Como les dije me la pasé combatiendo, dirigí el regimiento de mi pueblo Los Dragones del Catorce como se les conoció. Era Coronel. Pero después vinieron los problemas con mis propios compañeros, como yo era muy popular y famoso por los combates en que participé, no es por presumir pero la gente me quería mucho, a cada pueblo que entraba me echaban porras gritando mi apodo ¡Viva el Catorce! Las viejitas me daban dinero para la causa. Pasé a ser leyenda, hasta me compusieron corridos, que hasta la fecha son cantados.

Todos esos detalles le molestaron a mis compañeros a Mario Valdes, al Padre Vega, al Padre Aristeo Pedroza a Heriberto Navarrete y a otros más. Tuve compañeros muy buenos como don Miguel Hernández de San Julián, entre otros.  Me quitaron el mando del regimiento, dejándome seis hombres, me inventaron chismes, que yo me robaba el dinero, que hacia desórdenes, fue una serie de calumnias y envidias. Que era mujeriego, pues sí, me gustaban mucho las mujeres y pa´mi  todas eran legítimas. Hasta que me mandaron llamara a Tepatitlán, me desarmaron, me metieron a una celda y me dieron muerte, el 16 de marzo de 1929. Nadie podía creer esto, el pueblo lloró y hasta se emborrachó.

______________________________________________________________________

Carlos Eduardo Anaya González

(*) Carlos Anaya le encanta la historia, vive en el la tierra de Victoriano Ramírez, síguelo en  @Soy_ElCatorce  Le encantan los libros. Pero sobre todo es devoto de Chavela Vargas. Conductor del programa alteño De Frente. Síguelo en su cuenta personal: @_CarlosEaG