La CIA por dentro/ Diario de un espía de Philip Agee

Alejandro Rojas, poeta mexicano

por Alejandro Rojas

Si hubiese modo de validar aquel dicho que reza “la realidad siempre supera la ficción”, tendríamos que señalar la vida de Philip Agee como ejemplo de ello. El espía norteamericano que trabajó por doce años en las filas de la agencia de seguridad más importante del mundo durante el siglo XX, la CIA (Central Intellegency Agency), y que posteriormente renunciara para publicar un libro años después, donde revela memorias, personajes, actividades y órdenes que llegó a recibir durante ese período.

Traducido a más de 27 idiomas, el libro La CIA desde adentro, Diario de un espía conmocionó al ámbito político sobretodo europeo y norteamericano a partir de 1975 cuando surgió su primera edición, bajo el sello editorial inglés Pengüin. (Actualmente este sello editorial tiene el libro desclasificado). En principio, ninguna editorial estadounidense intentó o se atrevió a hacer una impresión del mismo. País que paradójicamente se vanagloria desde hace décadas por la libertad de expresión. A México llega la traducción al español gracias a la Editorial Sudamericana, que se publicó en Argentina los primeros ejemplares.

Aunque los sucesos que se narran en el libro no entretejen la vida al extremo de un James Bond, después de la publicación del libro, sí podríamos imaginar que la vida de Agee se convirtió en una película llena de emociones insospechadas, con la serie de atentados y presiones que los mismos agentes de la CIA impulsados por el gobierno norteamericano (ex amigos y colaboradores de Agee)  buscaron infundirle tras  perseguir a uno de sus mejores espías, y que a su juicio, los había traicionado al develar nombres de personajes importantes y sus actividades.

Otra anécdota de tantas en la vida de Agee sucedió cuando le fue retirado el pasaporte y de paso la ciudadanía estadounidense. Entonces Barbara Bush, la esposa de George Bush padre (quien fue director de la CIA en 1976), culpó en sus memorias a Agee del asesinato del responsable de la CIA en Atenas, Richard Welsh. Agee negó rotundamente cualquier conexión y logró que revisase el libro, tras presentarle una demanda de cuatro millones de dólares.

La persecución por parte de la CIA lo llevó a destinos impensados. Desde Francia, Inglaterra, Grecia, Italia, Alemania, México hasta países enigmáticos en África, Centro y Sudamérica, siempre bajo la sombra de Henry Kissinger, el diplomático norteamericano de origen judío, que además de haber sido secretario de Estado fue controversial por haber sido el artífice de las distensiones entre la ex-URSS y los Estados Unidos después de la guerra de Vietnam; pero a la vez fue señalado como el principal instigador de genocidios y desestabilización política en Centro y Sudamérica a través de las dictaduras militares. Y gracias a este personaje, Agee no obtuvo ningún asilo político en Europa. Su peregrinar terminó en La Habana, donde a mediados de los ochentas encontró finalmente residencia.

Siguiendo una secuencia de suposiciones y hechos, el libro en México desaparece de las librerías durante el gobierno del expresidente Luis Echeverría. No era para menos. Las órdenes de la CIA eran concretas, Agee en un segmento del libro, señala directamente a Echeverría como uno de los principales contactos y filtradores de información confidencial de la CIA, no sólo por ser pieza clave en México, sino por jugar un papel protagónico y de coqueteo político con algunos personajes comunistas del momento desde mucho antes de ser presidente.

El libro emergería años más tarde de manera panfletaria, distribuido en pequeños artículos o segmentos de mala calidad, entre las escuelas universitarias y politécnicas, por lo que no tuvo mucha relevancia. Sin embargo, para Agee la cacería continúo por algún tiempo. Entendería finalmente que el Occidente no le tendería nunca más la mano. Acusado y demandado por ser responsable de varias ejecuciones de espías norteamericanos en Europa (situación que el espía siempre negó); dio finalmente por sentenciada su vida, el día que uno de sus mejores amigos lo visitara en París, bajo pretexto de obsequiarle una nueva máquina de escribir. Se trataba de una computadora secreta en potencia con micrófono integrado, cuando el mundo siquiera imaginaba la tormenta tecnológica que se avecinaría décadas más tarde.

Diario de un espía,  podría considerarse un texto sin sentido para el lector de hoy y quizá hasta tedioso.  Pero sí  puede llegar a ser considerado un manual,  lleno de informes y datos que a los amantes del espionaje cautivaría. Ordenado cronológicamente, narra encuentros con personajes que resultan de cierta manera desconocidos para nuestra actualidad. El trabajo adentro de la Compañía, como Agee llamó a la CIA, explica con detenimiento lugares de EU, viajes a Ecuador y México y situaciones de un pasado no tan lejano y que exponen acontecimientos muy similares que dejan mucho de credibilidad a la intromisión que tiene la CIA en casi todos los gobiernos del mundo. Lo que generó el libro alrededor de sí mismo, quizá sea su principal logro, ya que puede considerarse con el paso del tiempo como una forma de expresión personal sobre la libertad ante el modelo de justicia mundial.

Hay razones claras que motivaron a Agee para escribir el libro. Por ejemplo, incluye dentro de sus páginas el siguiente episodio, el 12 de diciembre de 1965 visitó a un alto cargo del ejército uruguayo en Montevideo. En el despacho contiguo oyó gritos de una voz familiar. Se trataba de Oscar Bonaudi, un sospechoso que él había delatado a la policía. Lo estaban torturando. En ese momento fue cuando Agee se dio cuenta de que su trabajo consistía en palabras de él mismo: apoyar a gobiernos miserables, corruptos e inefectivos”. En los años setenta los peores horrores imaginables tenían lugar en Latinoamérica: Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, Paraguay, Guatemala, El Salvador. Todas las dictaduras militares actuaban sin miramientos con escuadrones de la muerte y lo peor, con el apoyo de la CIA y del Gobierno de EU”.  

La vida de Agee tuvo la particular manera de mostrarnos cómo la moral de un hombre se ve sometida a debate, cuando los valores del sistema o de la compañía para la que trabaja lo defraudan como modelo de justicia y de sostén del poder.   Quizá algo muy semejante suceda hoy en día, en nuestro mundo invadido por la Web y con el escándalo en 2010 del portal mediático Wikileaks y la insistencia legal por parte del gobierno de EU de encarcelar a su fundador Julian Assange, por ser el revelador de información confidencial sobre las operaciones gubernamentales de EU en Irak y Afganistán. Además de exhibir a todo el mundo, la forma en que el gobierno norteamericano ironiza con el desarrollo político y social de otros países.

Quedan las siguientes sentencias de un hombre perseguido y un libro controversial. Y los muchos enigmas que siempre estarán por resolver. Resulta sorprendente que la CIA haya decidido no eliminarlo pudiéndolo hacer. Probablemente, era una forma de exhibir la vida del propio Agee y su persecución, como una manera de escarmiento de lo que podría sucederle a otro espía traidor.

Philip Agee murió en el año del 2008 en La Habana a la edad de 72 años. Lugar donde fundó años antes una agencia de viajes llamada Cubalinda. Sarcásticamente con la finalidad de promover y sortear los argumentos políticos y burocráticos que impiden aún hoy en día el viaje de cubanos de la isla hacia los EU y viceversa.