Intimidad de una hoja suelta en la literatura japonesa

Juancarlos Porras y Manrique

Si nos atenemos a las distintas formas de amar seguro habrá una trinidad compleja pero afable. A esta forma tripartita que me refiero es como la de Li Po poeta japonés cuando en la embriaguez danzó con su sombra y luego con la luna.

Curioso intentó, al ver desde su barca el reflejo del satélite natural de la Tierra en el agua, atraparla. El poeta se lanzó y consumó su amor extremo. Poseyó, después del flirteo, lo que, según él, le pertenecía junto con su sombra.

Por ello conviene convocar a Yukio Mishima (Kimitake Hiraoka) quien encarna para muchos la restauración del honor, la tradición japonesa y la maestría literaria en el país del Sol naciente.

Las señas de identidad de su vida y la cultura que profesó están en la obra del príncipe guerrero sin duda.

Ávido lector y por ende cosmopolita no dejó de ser “educando” de Natsu su maestra y abuela quien le infundió los secretos para ser Samurái.

Por cierto, cuando cortejó el cuadro de san Sebastián también le arrasó el amor extremo y le sobrevino el éxtasis y el principio de la agonía.

Se sumergió con tanta emoción e intensidad en aquel óleo que no dejó pasar la imagen del joven mancebo retratado al óleo y de manera solidaria y aún más simbólica, se convirtió en el primer caballero de san Sebastián.

Con el paso del tiempo le sobrevino la muerte por seppuku, es decir, “desentrañarse” antes que la deshonra lo alcanzara.  El escritor japonés no dejó de sorprendernos con esta nueva narrativa de amor intenso y… tampoco por la relación de los caballeros de san Sebastián en el occidente cristiano, donde “(…) se lee en el cuerpo del mártir [romano] la inscripción de IHVH y por eso es que se reclama para el santo una misión terapéutica. Allí donde la cólera de Dios (IHVH) arrojaba la peste, los artistas trataron de conjurarla con el cuerpo simétricamente marcado del mártir.

Yukio Mishima como san Sebastián mártir

(…) el martirio de san Sebastián sirve de umbral para una nueva antropología. Un cuerpo marcado con el nombre de Dios, del cual una parte se ha perdido sin que se sepa bien si corresponde al ser insensato que sueña o al que se entrega al goce de la carne (porque, además, uno y otro son el mismo). Lo que queda son las marcas (HIV) en un cuerpo atormentado, llamado por segunda vez a interceder por nosotros en los cielos”.

Cabe mencionar que Helena Paz Garro, la hija de Octavio y Helena, en su libro de Memorias narra un pasaje donde, instalados en un vetusto hotel imperial en Japón, un viejo tenía un local con reliquias que ofrecía al mejor postor. Allí acudía una curiosa niña a platicar con el que se decía descendiente de una dinastía del imperio nipón.

Acudía también un joven discreto, elegante y bien parecido. Su nombre: Yukio Mishima.

El trío de personajes habla de honor, tradición y literatura: ¿complejidad a la vista? Sin duda alguna. ¿Complicidad a la vista?         Tú        yo        la luna. Amor vivo y sobrio como el de Li Po.