De cómo Pancho Villa les ofende a los puritanos gringos como Juan Donaldo Trump

Pancho Villa.

 In memoriam

Carlos Arturo Navarro Valtierra

Cronista Vitalicio de León de los Aldama

 Un fragmento del programa “La invasión más insensata” de History Channel, abocado a documentar la batalla de Columbus (9 de marzo de 1916), propone que las huestes de Pancho Villa pusieron pies en polvorosa ante los valientes soldados americanos. Estos no dudaron en repeler el ataque para luego propinar al “infame bandolero mexicano” un certero cañonazo de persecución que incluyó, 10 mil hombres y la nada despreciable recompensa de 50 mil dólares a quien lo entregara vivo o muerto.

La citada cantidad la ofrece una ricachona gringa, Phoebe Apperson Hearts para mejores señas, quien “hace causa común” con la prensa y los políticos estadounidenses. Están ofendidos, es verdad, por el ultraje y piden “la inmediata invasión y anexión de los ricos y extensos territorios mexicanos de Sonora, Chihuahua, Nuevo León y Tamaulipas”.

Un sueño recurrente de algunos gringos, demócratas y republicanos, que nos tiene hoy en día hartos con todo y Juan Donaldo Trump a quienes habitamos esta República septentrional, incluido el tercer país de la frontera, es decir, el sur de los EE UU.

Vendrá entonces la fallida, expedición “punitiva” de John H. Pershing como bien apunta Adolfo Arrioja Vizcaíno en su libro La muerte de Pancho Villa y los tratados de Bucarelli (Océano, 2015).

El volumen abunda en la riqueza, no sólo del hecho histórico como tal, sino del plan de Villa para reorientar su lucha en años venideros. Finca su conciencia en una precisa y bien estudiada base documental, hablo del corpus de la obra, que muchos de los autores de novelas históricas ―entiéndase creadores de best-seller― desearían tener en sus manos para elucubrar algo más que abotonaduras en los trajes o en el comercio de nombres de ciudades cuando estás eran aun villas o pueblos.

De allí que las cosas simples tomen dimensiones justas y prácticas pues la tierra histórica provee lo necesario para la reflexión de la vida cotidiana. Hay verdades y no apariencias. Existe grandeza y una ávida franqueza. Es decir, gana lectores por la seriedad del tratado.

En el Epílogo del libro de marras el autor nos avisa de la petición de un millonario yanqui que quería la cabeza del Centauro del Norte para “propósitos científicos” pues “buscaban descubrir qué clase de impulso cerebral había llevado a Villa a invadir el territorio continental de Estados Unidos”.

Luego documenta cómo la fraternidad denominada “La Sociedad de la Calavera y los Huesos” de la Universidad de Yale, donde el bisabuelo de los Bush actuales, de nombre Prescott su presidente junto con otros fraternos socios confabularon para que el coronel Francisco Durazo profanara la tumba de Villa, cercenara la cabeza y la entregara sin miramientos a los infames ritualistas a cambio de 50 mil dólares.

El también autor de El sueco que se fue con Pancho Villa relata que en el edificio de “La Tumba” en Yale, el cráneo de Villa preside algunas de las ceremonias secretas donde el intríngulis consiste en ser “testigo de tejemanejes de la fraternidad, que de copa al servicio de las frecuentes libaciones que se llevan a cabo en ese lugar”.

A los gringos de cepa (los extremistas puritanos como el citado Juan Donaldo) les ofende Villa. A los habitantes de Columbus les perturba ser el único sitio de los E.U.A. que ha sido invadido por una potencia extranjera. Y a nosotros, los de casa, los del llano donde termina el Bajío y comienzan los Altos, seguimos con la leyenda y el mito del Centauro del Norte que, si bien perdió por estos lares en 1915, permanecen unidos al genuino ser nacional.

¡Viva Pancho Villa!