Cazapalabras – Los albures de Cervantes

Los albures forman parte de una acción poética en el lenguaje mexicano.

El sano deporte de los albures mexicanos, de pronto puede ser igual o ir más allá que la poesía, porque en los albures hay polisemia, hay transfiguración del lenguaje, hay figuras literarias, hay homofonía sugerente, hay mímica y un sinnúmero de posibilidades evolutivas y adaptativas del lenguaje.

La poesía no es un producto de consumo general (desgraciadamente) y es real que el albur tiene más adeptos, con distintos grados de dominio, y espectadores, complacidos y ávidos de mayor conocimiento en México.

Yo me formé en el barrio bravo del Coecillo en León, Guanajuato, que en sus calles tenía una importación nutrida del albur, de palabras y modismos provenientes del entonces Distrito Federal; les llamábamos chilanguismos; pero también había una natural creatividad regional.

Era la universidad de la vida, alma mater en la que muchos cursaban, pero no todos egresaban; me refiero a las picas, talleres y fábricas de calzado, además de las tenerías, los albures eran un sustento de vida, santo y seña de una clase social media baja trabajadora, que permeaba su costumbre a otras clases socioeconómicas más altas.

El duelo verbal que significa el albur (donde por lo general el sometimiento homosexual es el triunfo) tenía sus gladiadores y héroes que lograban la corona de olivo tras gestas célebres, campeones de una agilidad mental e histriónica envidiable.

Si los albures eran vulgares, había otra subclase más vulgar aún, por ser explícita. Pero en el devenir alburero, me gustaban más los albures finos, de múltiple connotación, sin necesariamente palabras obscenas.

Por esa ascendencia barrial, muchos me dicen que soy alburero, pero yo les digo que no, que solo es una maña que me da de chico.

El otro día me regalaron monedas chinas, muy curiosas porque son como medallas de hoyo.

En las expresiones de los dos párrafos anteriores, no hay palabras obscenas pero sí términos que tienen significancias eróticas, de que quien las expresa, obtiene la ganancia sexual.

Pero, ¿qué relación tienen los albures mexicanos con El Ingenioso Hidalgo?, pues claro que no tienen una relación directa pero si de hallazgos se trata como lo hiciere el Cide Hamete Benengeli, por supuesto que la encontramos.

En el prólogo del Quijote hay textos burlescos que podrían ser ascendencia de canciones en doble sentido que han prevalecido durante décadas en México. Se trata de poemas con versos en los que no se ponen las últimas sílabas de las últimas palabras y ello se deja a la complementación o imaginación del lector, como ocurre en la dedicatoria: Al libro de Don Quijote de la Mancha, Urganda la desconocida, y en el que unos versos dicen:

“Y pues la espiriencia ense– / que el que a buen árbol se arri– / buena sombra le cobi–, / en Béjar tu buena estre– / un árbol real te ofre– /que da príncipes por fru-…”.

Hay una canción popular, que no recuerdo si era con ritmo ranchero o tropical, pero que versaba:

“Dame tu cu-, dame tu cu-, dame tu cubeta de agua / para me ver- para mi ver- para mi verde jardín/”, etc.

Una canción similar la tienen los chilenos y se llama La Pirilacha, pero no le sigo porque con esa me agarra sueño.